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Laura Rabinad: La fertilidad tiene límites

Fotografía de fertilidad según Laura Rabinad para el IESMP

Por Paloma Serrano, foto de Laura Rabinad

“El discurso comercial en fertilidad nos ha hecho creer que podemos controlarlo todo: que la ciencia puede garantizar un embarazo, que la edad no importa, que basta con desearlo para que sea posible. Pero la realidad es que la fertilidad tiene límites.”

El pasado 18 de enero, tuvimos la oportunidad de escuchar por primera vez en el IESMP a Laura Rabinad en el Seminario Psicología de la fertilidad y reproducción humana con su clase de Aspectos psicológicos y acompañamiento de la reproducción asistida.

Rabinad es bióloga y psicóloga reproductiva, especializada en el acompañamiento y asesoramiento en procesos reproductivos.

Mientras estudiaba la licenciatura en Biología, hizo las prácticas en distintos sectores: análisis clínicos, investigación básica… Aun así, sentía que en esas áreas faltaba algo que para ella era fundamental: el contacto directo con las personas. Es por eso por lo que, en tercero de biología, decidió matricularse también en Psicología ya que, según comenta, quería comprender mejor el impacto emocional de los procesos médicos y poder acompañar a las personas de manera más cercana.

Cuando terminó Biología, hizo prácticas en una empresa de diagnóstico genético preimplantacional y ahí descubrió el mundo de la reproducción asistida. Le fascinó su complejidad y el hecho de que, a diferencia de otras áreas de laboratorio, aquí sí había un contacto humano significativo.

Tras más de una década de experiencia atendiendo a personas y coordinando el laboratorio de una clínica de reproducción asistida, su propia maternidad, su compromiso con la salud mental desde un enfoque biopsicosocial y su visión feminista y no mercantilista de la salud reproductiva, le han llevado a abrir su propia consulta.

Es autora del cuento infantil Cuando la vida empieza in vitro, una herramienta diseñada para favorecer la comunicación en familias que recurren a la reproducción asistida o la concepción con donantes.

Actualmente, desarrolla un proyecto de doctorado sobre la toma de decisiones reproductivas en tratamientos de reproducción asistida con gametos donados.

PREGUNTA: En tus redes comentas que trabajas desde la Psicología Reproductiva ¿nos podrías contar qué es esta especialidad?

RESPUESTA: Es el área de la psicología que estudia los procesos emocionales, sociales y familiares en torno a la reproducción. No se trata solo de apoyar durante los tratamientos de fertilidad, sino de acompañar desde el momento en que surge el deseo de tener un hijo, analizando las posibilidades y las implicaciones que esto conlleva.

Por un lado, hay un componente individual y profundo que conecta con nuestra historia familiar y con cómo hemos sido hijos. Pero también hay un fuerte componente social: la forma en que entendemos la maternidad y la paternidad está influida por discursos culturales, expectativas de género y por la propia industria de la fertilidad.

P: ¿Qué te impulsó a trabajar con las familias que están en proceso de fertilidad y reproducción humana?

R: Después de años trabajando en clínicas y escuchando las inquietudes de las familias, fui madre. Ese cambio personal me llevó a reflexionar sobre cómo se preparan las personas para la maternidad y la paternidad en el contexto de la reproducción asistida. Vi que, en muchos casos, los tratamientos se centraban en la técnica, pero se dejaba de lado el impacto emocional y la construcción de la historia familiar.

Investigué, por ejemplo, cómo se abordaba la dono-concepción en otros países y descubrí programas en los que se invitaba a reflexionar sobre la identidad, los vínculos y el futuro de los hijos. Vi que era posible hacerlo de otra manera, con más información y más consciencia, y decidí orientar mi trabajo en esa dirección.

P: Mucha gente te conoce o llega a ti a través de tu activismo, especialmente, en la visibilización de los derechos de los hijos de donantes.

R: Hace años que sigo las demandas de las personas dono-concebidas en otros países a través de plataformas como el Donor Conception Network o el Donor Sibling Registry. En España, cuando empezaron a aparecer los primeros testimonios de personas dono-concebidas adultas, me di cuenta de que sus preocupaciones encajaban con lo que estaba pasando en el resto del mundo en este tema.

Yo no me considero dono-concebida, pero pertenezco a una estructura familiar monomaternal. Crecer en ese contexto me hizo cuestionarme muchas cosas sobre la identidad y los lazos familiares, y me permitió empatizar con algunos relatos de este colectivo. La diferencia es que yo he sabido quién es mi padre genético y además hemos tenido la posibilidad de decidir qué relación queríamos tener, que además ha ido variando en función del momento de la vida. Ese derecho a conocer el origen me parece fundamental para la propia comprensión de uno mismo, y por eso defiendo que las personas dono-concebidas puedan tener acceso a esa información.

P: Además, también pones énfasis en denunciar la manipulación comercial en fertilidad con narrativas feministas. ¿Cómo impacta esto en la sociedad?

R: El discurso comercial en fertilidad nos ha hecho creer que podemos controlarlo todo: que la ciencia puede garantizar un embarazo, que la edad no importa, que basta con desearlo para que sea posible… pero la realidad es que la fertilidad tiene límites, que la maternidad cambia con la edad, que implicar a un donante en el proyecto familiar tiene consecuencias.

Nos han vendido la idea de que más opciones equivalen a más libertad, cuando en realidad muchas de esas opciones están diseñadas desde intereses capitalistas. No se trata de negar los avances científicos, sino de ser conscientes de que no todo lo técnicamente posible es necesariamente lo mejor para las personas involucradas.

P: ¿Qué consejos prácticos sueles ofrecer a los padres en consulta para que se sientan “útiles” durante el proceso de parto?

R: No creo que cambien mucho las cosas: la protagonista del parto es la parturienta y su bebé, y la persona acompañante, más allá del sexo, del género o de la relación que tenga con la madre, debe atender a los mismos principios: estar al servicio de las necesidades de la mujer que da a luz, evitando subirle la adrenalina.

P: Si tuvieras que mandar un mensaje a las personas que van a comenzar un proceso de fertilidad, ¿Qué les dirías?

R: “Vísteme despacio, que tengo prisa”. Sé que la presión del tiempo pesa, pero es importante tomarse un momento para procesar la información, despedirse de las expectativas previas y elaborar las emociones que surgen.

Concebir no es el final del camino, sino el principio. Y empezar la maternidad con miedos, dudas o reflexiones pendientes puede hacer que la experiencia de embarazo, parto y crianza se viva con más ansiedad. No se trata solo de conseguir el embarazo, sino de sentirse en paz con el proceso.

Por eso, mi consejo es que conecten con su instinto, que no se dejen arrastrar por la urgencia y que si lo necesitan busquen apoyo para transitar el proceso con claridad y seguridad.